Cada habitante de Chiapas consume, en promedio, 821 litros de Coca-Cola al año, lo que equivale a más de 2 litros diarios. Este dato fue confirmado en 2024 por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México (Conacyt) .
Para ponerlo en perspectiva: el promedio nacional en México es de aproximadamente 150 litros anuales, mientras que en países como Estados Unidos o Alemania, el consumo no supera los 100 litros . El caso de Chiapas representa una anomalía global.
El problema va más allá del azúcar. Es una combinación de pobreza, falta de acceso a agua potable y un marketing agresivo que ha convertido al refresco en una bebida de consumo básico, incluso en edades tempranas. En muchas comunidades, la Coca-Cola es más accesible que el agua .
¿El resultado? Un aumento alarmante de enfermedades como la diabetes, insuficiencia renal y afecciones cardiovasculares. Chiapas se encuentra entre los estados con mayor incremento en la mortalidad por diabetes, con un aumento anual promedio del 15.2% entre 1990 y 2019 .
Aunque desde 2014 se implementó un impuesto a las bebidas azucaradas, el consumo no ha disminuido significativamente en regiones como Chiapas. En marzo de 2025, Coca-Cola anunció que dejará de comercializar sus productos en escuelas de educación básica en México, alineándose con el programa gubernamental “Vive saludable, vive feliz” . Sin embargo, la disponibilidad del producto en tiendas locales sigue siendo un desafío. 
Esto no es parte de la cultura. Es una emergencia de salud pública.
¿Qué se puede hacer?
• Garantizar el acceso a agua potable segura en comunidades rurales.
• Rescatar y promover bebidas tradicionales y nutritivas.
• Regular la publicidad dirigida a niños y adolescentes.
• Implementar programas de educación alimentaria con enfoque intercultural y en lenguas indígenas.
El consumo excesivo de azúcar también mata. Es hora de actuar.